Ricardo Aroca escribe en el prólogo de “Comprender las estructuras” que “cuando, como alumno, entré en contacto con las estructuras, con la ilusión de que por fin iba a usar para algo las matemáticas que llevaba estudiando desde la infancia, me extrañó que las estructuras sobre las que teníamos que trabajar parecían salir de la nada y pronto empecé a preguntar, sin obtener respuestas convincentes ¿cómo se empieza? Las clases eran rigurosas pero crípticas y como se corrió la voz de que yo me enteraba, aunque no era del todo cierto, me vi arrastrado a implicarme en la docencia. Entonces me di cuenta de que la mejor manera de entender de verdad algo es tener que explicárselo a otros; agradezco a mis alumnos su involuntaria colaboración en mi empeño por comprender las estructuras.”
Ricardo Aroca (Murcia, 1940) presentó ayer en el COAM, junto a tres de esos alumnos (Luis Fernández-Galiano, Sigfrido Herráez y Juan Ignacio Mera), el fundador y director de Ediciones Asimétricas (Juan García Millán) y el director general de Sika (Gonzalo Causín) “el conjunto de temas que llevo pensando 65 años” y que ha conseguido esclarecer y resumir en cinco cuadernos manuscritos que han terminado constituyendo (tras una ardua labor de maquetación y edición) los cinco libros del estuche: cuatro correspondientes a equilibrio, resistencia, rigidez y estabilidad precedidos de un volumen de introducción.
La presentación terminó siendo una nueva clase magistral sobre estructuras de Ricardo Aroca, quien, siendo estudiante de la ETSAM, ya comprendió que “saber de estructuras era útil, porque cuando uno tenía la estructura, tenía el proyecto… las instalaciones eran blandas pero la estructura era parte del edificio, de su sintaxis”.
Aroca presumió de la enorme suerte de no tener que vivir de las estructuras (“no he calculado nunca la estructura de un proyecto que yo hubiera hecho mejor”, con la excepción de los de amigos como Ramón Vázquez Molezún -“que sabía mucho de estructuras”-, José Antonio Corrales o Antonio Vázquez de Castro) y de haber contado con la ayuda de otros profesores de cátedra (entre quienes destacó a José Luis de Miguel): “hay que saber rodearse de personas más inteligentes que uno porque puedes sacar provecho”.
Aroca consideraba que las clases de estructuras de su profesor García de Arangoa eran muy rigurosas, pero poco didácticas, así que se ha esforzado en explicar (“somos capaces de pensar porque hablamos”; “las cosas que no se dicen no se saben”) los cuatro conceptos básicos mediante un vocabulario preciso (“esquema, proporción, tamaño, dimensionamiento, material: con estas cinco palabras se puede clasificar cualquier solución estructural”) que presenta en el volumen de introducción.
Las breves e ilustrativas definiciones sobre equilibrio (“las fuerzas entran en una estructura triangular y producen fuerzas, entran en un arco y producen fuerzas, entran en una viga y producen una ecuación diferencial”); resistencia (“la complicación actual reside en que se analizan 18 casos de cargas -porque el ordenador permite hacerlo- cuando lo más sencillo es pensar las estructuras bajo la tensión de servicio”); rigidez (“los movimientos de los edificios son inevitables: si no ves ninguna fisura es que no has mirado bien”) y estabilidad (“la carga crítica es realmente la capacidad de respuesta de la estructura”) han amenizado una inolvidable clase magistral, que ha finalizado con la promesa de Ricardo Aroca de reescribir el libro con el mismo rigor pero sin fórmulas (“sin adjetivos, del mismo modo que Albert Camus escribió El extranjero o yo la necrológica de Miguel Fisac”).
Juan Mera (director de la eaT) ha leído “Comprender las estructuras” y apuntado –durante su elogiosa presentación– cuatro tipos de lectores del libro: los que saben mucho de estructuras (y van a entender todo); los profesores que tienen que saber y los alumnos que deben aprender esta materia (y lo utilizarán como libro de texto); los arquitectos (entre los que se incluye) a los que Ricardo hará creer que saben estructuras, y, por último, los legos en la materia (su padre entre ellos) a quienes encantarán algunas frases de Aroca como “las vigas no pueden existir sin alma; las personas, sí”.
Disfruten la lectura.