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El viernes 8 de septiembre de 2023 a las 23:11 (hora local de Marruecos) se produjo un terremoto de magnitud 6,8 cuyo epicentro se situó a 63 kilómetros al suroeste de Marrakech (en dirección hacia Agadir) y a unos 18,5 kilómetros de profundidad, que tuvo varias réplicas posteriores de menor magnitud. Se trata del mayor terremoto reciente de Marruecos (el peor de los últimos 120 años) que ha provocado más de 2.900 muertos y 5.500 heridos, así como considerables pérdidas materiales, por haber afectado a amplias zonas de la cordillera del Atlas y del sur del país.

La Fundación Acción Geoda es una ONG de cooperación al desarrollo (con sede en Madrid) que lleva trabajando desde hace quince años en el valle del río Tessaout, en el centro del Alto Atlas marroquí (al norte de Uarzazat). Esta organización dispone en la comarca de nueve edificios comunales o nadis, que son usados como aulas para educación infantil y alfabetización de mujeres, espacio comunal para reuniones y celebraciones, e incluso viviendas de las más de nueve profesoras que regentan estas escuelas y que forman parte del equipo de la ONG.

Aunque el epicentro del terremoto se situó a unos 80 kilómetros de esta zona, fueron numerosos los daños causados por el seísmo en edificios de muchas aldeas de esta comarca de Ait Tamlil. Entre ellos, la mayoría de las nadis sufrieron movimientos que produjeron fisuras y grietas en sus cerramientos, lo que hacía necesaria una revisión de la viabilidad estructural para garantizar la continuidad de su uso como escuelas/casas comunales.

A través de la empresa Uxban Real Estate, la asociación se puso en contacto con nuestro socio José Agulló, quien, entre el 19 y el 24 de septiembre, recorrió los pueblos del valle de Tessaout como un voluntario más de Acción Geoda para supervisar el estado de las nadis y de sus depósitos de agua.

La experiencia del viaje ha sido doblemente interesante. En primer lugar, desde el punto de vista técnico, porque ha permitido apreciar cómo los movimientos sísmicos afectan a estructuras de diferentes tipos y materiales: de muros de tapial o de mampuestos de piedra mayoritariamente, pero también de pórticos de hormigón armado (enmarcando a los anteriores).

Pero especialmente desde el punto de vista humano y personal, porque el viaje ha supuesto una vivencia tremendamente dura y enriquecedora a la vez. Ser testigo de cómo un terremoto de esta magnitud puede cambiar -en unos pocos segundos- la vida de tantas personas (algunas de cuyas historias hemos conocido a través de las admirables crónicas de Manuel Altozano para El País), de cómo pueden perderlo absolutamente todo y seguir buscando pequeñas y –a nuestros ojos– insignificantes posesiones entre los escombros de sus casas (como el anciano de Toufghine que, después de haber perdido a varios vecinos al derrumbarse un muro, rebuscaba nerviosamente el cuadro eléctrico que montó con sus propias manos muchos años atrás), de las crisis de miedo y ansiedad de tantos habitantes de Ait Tamlil, del sentido del azar que gobierna nuestras vidas… Y sumamente enriquecedor ha resultado también el trabajo en equipo con todos los voluntarios de Acción Geoda, que conformaban una caravana solidaria de quince personas entre las que había médicas, maestras, trabajadoras sociales, traductores, informáticos… y un representante de gv408.

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